Era el 28 de septiembre de 1960. Fidel Castro Ruz, primer ministro cubano en aquel entonces, tiritaba de emoción desde el balcón del antiguo Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución) mientras compartía con casi un millón de compatriotas algunas impresiones de las jornadas anteriores vividas en la ciudad de Nueva York.

Fue entonces cuando sonó el primer petardo en la noche habanera. El fervor revolucionario creció en los congregados cuando el que arengaba desde el balcón del Palacio aseguraba que si no pudieron doblegar a los rebeldes en la Sierra con bombas hasta de 1 000 libras que decían Made in USA, cómo avanzarían ahora con “petarditos”.

La multitud dio vivas, aplaudió, cantó el himno nacional y reafirmó su compromiso con el proyecto social del gobierno revolucionario. El café no estaba colado para los “marines”, como algunos pensaban. Todo lo contrario, los petarditos de aquella noche encontraron inmediatamente una respuesta decisiva en el destino de la nación: la creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

Nacían así una organización con el propósito fundamental de enfrentar a la contrarrevolución interna del país, pero dada la funcionalidad de la organización para movilizar a las masas.

No ha habido un solo suceso después de septiembre de1960 en el que los CDR no hayan asumido un rol protagónico.
A 64 años de su fundación, los Comités siguen insertados en la cotidianidad nacional cumpliendo tareas ingentes de su tiempo, sin perder jamás la esencia del objetivo marcador de su nacimiento.


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