El 21 de septiembre de 1958, en el remoto paraje de Soledad de Arriba, se celebró el Primer Congreso Campesino en Armas, hecho sin precedentes y definitorio en el país pues transcurrió en los predios ganados en la lucha por la libertad en las montañas de Oriente, centro de operaciones del II Frente Oriental Frank País del Ejército Rebelde, comandado por el joven Raúl Castro Ruz.
Todavía impresiona saber que allí se encontraron 201 delegados de un área extensa que incluía al extremo oriental, con delegados de Guantánamo, Baracoa, Alto Songo, Yateras, Sagua de Tánamo, Mayarí y otras comunidades.
Se abordaron entonces problemas de la tierra y la injusticia social presentes en la cotidianidad de la nación y los acuerdos tomados buscaron medidas y consensos para aplicar a largo plazo, en el futuro de victorias que ya sentían cercano los presentes, sin equivocarse.
Primaron la necesidad y urgencia de la Reforma Agraria, aunque también de cierta manera se ganaba conciencia de que el problema de la tierra y la vida de los hombres y las mujeres del campo dependían de la libertad de la Patria, y se enriquecerían con la relación interna con la clase obrera y los demás frentes de lucha forjados en años de historia heroica. La solidaridad entre todas esas vertientes afloraba como núcleo de lo que en lo adelante se podría alcanzar.
Problemas puntuales y esenciales como la carencia protectora de títulos de propiedad, la situación de los precaristas, aparceros y pequeños colonos, la contradicción con los comerciantes, fueron analizados en el encuentro, donde se aprobó el reglamento de la organización que se creaba, y se elaboró una Declaración de Principios en respaldo al combate por sus derechos y de apoyo al Ejército Rebelde.
Aquella cita fue el escalón más alto de la organización del campesinado y demostró que los hombres del campo comprendían la necesidad de agruparse a favor de la naciente Revolución.
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