Colmados de dudas y preguntas llegan los electores a la asamblea. ¿Tendrá solución el salidero de la esquina?, ¿Cuándo repararán el tendido eléctrico de la cuadra?, ¿Se instalará el alcantarillado en mi barrio?. Son algunas de las interrogantes de los vecinos reunidos para conocer sobre la gestión de sus delegados en la tramitación de las dificultades de la comunidad. Y así se suscita el debate.  

Situaciones como esta se viven en nuestra ciudad desde el pasado 20 de septiembre, jornada en que comenzó el primer encuentro de rendición de cuenta del delegado a sus electores del presente periodo de mandato del Poder Popular, y que se extenderá hasta el 15 de diciembre.

Durante esta etapa más de mil 600 asambleas deberán celebrarse en la cabecera provincial. Los delegados expondrán su gestión como representantes del pueblo, en sus respectivas circunscripciones. 

Un proceso que ya se vislumbra como el momento ideal para conocer las transformaciones y proyectos que se realizan en el territorio, y propiciar el debate sobre las deficiencias y problemáticas de cada Consejo Popular.  Por tal razón, debe garantizarse la participación activa de las administraciones, para que estas conozcan de primera mano los criterios del pueblo, el delegado cuente con un respaldo, y las insatisfacciones tengan su correspondiente respuesta. 

Sin embargo, hoy existe un escollo aún mayor, y tiene que ver con la falta de motivación de muchas personas, quienes no participan de manera masiva y consciente en el ejercicio de sus derechos porque de alguna manera estos procesos han perdido credibilidad. Aquellos que no asisten a las reuniones no encuentran en ellas una fórmula real para dar solución a las dificultades, o que los intercambios no son amenos y que los planteamientos son como globos que nunca aterrizan en las agendas de los delegados. Las rendiciones de cuenta deben convertirse en un espacio para la participación activa y el debate público, en vasos comunicantes entre las instituciones y el pueblo, donde el elector, con la exposición de sus preocupaciones, anhelos y necesidades ejerza, no un deber, sino su derecho de exigir respuestas al representante que eligió. 

La población no puede permitir que el delegado sea solo un elemento decorativo, y que los planteamientos caigan en un saco sin fondo. Es su deber responder y gestionar las inquietudes del pueblo lo más ágil posible.

Pero debemos recordar que el delegado no es el superhombre capaz de resolver todos los problemas, sino un mediador entre el pueblo y las autoridades gubernamentales. Es el encargado de representar a sus electores, pero debe contar siempre con su apoyo, para favorecer su trabajo.
La figura del delegado no se creó para resolver asuntos personales, sino cuestiones que afecten o inquieten a la comunidad. Por tanto, la búsqueda de soluciones debe gestionarse además con los recursos locales, el apoyo estatal y el concurso de los habitantes.

De esta manera, las asambleas como espacios de debate público legitiman nuestra democracia, y para ello es necesario que las entidades entiendan de una vez que ofrecer información es una obligación ante la sociedad y los ciudadanos deben comprender que la participación es necesaria en la construcción de nuestro proyecto de nación.

Es hora de cargar las pilas y sumarse a la organización y aseguramiento del proceso de rendición de cuentas. Tengamos presente que este espacio es vital para manifestar planteamientos, y que las organizaciones e instituciones respondan al sentir del pueblo con celeridad, y sean acciones concretas las que hablen por sí solas.

FOTO: Archivo Web


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