Mientras el mundo celebra el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, una efeméride nacida en 1983 bajo el ala de la UNESCO y el ICOMOS para recordarnos que la tierra también es memoria. El Parque Nacional Alejandro de Humboldt en Cuba despliega su manto verde como un poema escrito en rocas antiguas y ríos que guardan secretos milenarios.

Este santuario natural, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2001, no es solo un conjunto de montañas y bosques: es un archivo vivo donde la geología hostil, con sus suelos tóxicos, forjó especies únicas, como el almiquí nocturno, o la Dracena Cubensis, un helecho hermoso y único en estas tierras. Las rocas, testigos de adaptaciones imposibles, susurran al visitante que la resiliencia es la esencia de este lugar. 

Mientras en ciudades se honran estatuas y templos, aquí los monumentos son cascadas como El Majá, Las Comadres; cuevas ceremoniales como la de Farallones, imponente y bella, y manglares que los niños con su Programa Ecoarte, insisten en conservar.

Es un paisaje que desafía la dicotomía entre cultura y naturaleza: las comunidades rurales tejedoras de cacao y café, el ñame y la malanga, son guardianas de un patrimonio que incluye tanto los cultivos como los bosques de Pinos, maderas preciosas y la polimita en su caracol de colores.

Hoy, el lema global invita a reflexionar sobre Patrimonio resiliente ante desastres. ¿Acaso no es monumento el árbol que resiste?, y el Humboldt responde con lecciones ancestrales: sus ríos, tras huracanes, renacen límpidos; sus especies, tras siglos de aislamiento, inventaron formas de sobrevivir, incluso el carpintero real, casi extinto, dejó su eco en estas laderas .  

Este parque, abraza las provincias de Holguín y Guantánamo, es un recordatorio de que el patrimonio no solo se conserva, se habita, donde se tejen relatos que unen ciencia y leyenda, demostrando que la verdadera protección nace del amor cotidiano. Hoy el Humboldt no pide museos, pide que lo caminen, que lo lean como un verso en movimiento. Porque en sus senderos late un mensaje universal: "el patrimonio más valioso es aquel que, frágil y fiero, enseña a renacer". 

FOTOS: Archivo Web


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