Queridos lectores, esta es mi opinión: Lo que ves en las manos, es lo ves en los pies y viceversa. ¿Cuántas veces tus manos y tus pies han coincidido en la misma foto? Exacto: casi nunca. Son como esos primos que viven lejos pero que, cuando se juntan, es imposible negar que son de la misma familia. 

Lo curioso es que los dedos de las manos y los de los pies sí son parientes cercanos: tienen el mismo número, comparten las mismas uñas y hacen ruidos igual de raros cuando los truenas. Y no, esto no es casualidad. En realidad, son el resultado de la famosa "técnica corporativa" del copy-paste evolutivo. Piénsalo: en nuestros primeros meses como seres humanos miniatura, tanto las manos como los pies siguen un plano genético casi idéntico. 

Es como si la naturaleza, apurada, hubiese copiado el archivo de “extremidad exitosa” en dos carpetas distintas y después les agregase funciones especiales: las manos recibieron destrezas finas —perfectas para acariciar, hacer memes o preparar café— mientras que los pies heredaron estabilidad y aguante, ideales para escaparse cuando llega la tía del beso baboso en las reuniones familiares.

Las manos, visitas VIP en selfies y estrellas de los saludos, se especializaron en todo lo creativo: pintar, escribir y hasta hacer malabares con el control remoto. Cuando perdemos algo, son las expertas en buscar con “estilo rastrillo”, mientras los pies actúan de silenciosos compañeros, soportando el peso literal del día a día. 

Imagínate el desastre si los dedos del pie se rebelaran y quisieran ser pianistas o trenzar el cabello. Seguramente terminaríamos cayéndonos de puro entusiasmo.Y aquí viene el giro filosófico de la cuestión: la evolución no desperdicia artilugios. Si un diseño funciona, ¿para qué reinventar la pata —o la mano—? Así, la simetría de nuestros dedos es tanto una cuestión de eficiencia como un homenaje a la belleza de lo práctico. Son parecidos, pero tienen personalidades propias.De niños, los tratamos igual: comemos con las manos y caminamos descalzos, como exploradores en miniatura. 

Ya de adultos, los separamos con rutinas, calcetines y zapatos, pero si observas bien, ambos nos unen con el mundo: las manos toman, los pies nos llevan. Son los dos capítulos de la misma saga biológica, esos clones traviesos que hacen de la vida algo tan balanceado… ¡como caminar y aplaudir al mismo tiempo!

FOTO: Sitio Web (korumasajes.com)


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