Si no fuéramos seres con simetría bilateral, la realidad cotidiana al mirarnos al espejo sería desconcertante. Imagina: una fosa nasal a la derecha, nada a la izquierda. Un solo ojo o una oreja desafiando la lógica del equilibrio, y extremidades repartidas sin patrón aparente. ¿Extraño? Más bien, inaudito y complicado. El desorden en la cara y el cuerpo. 

Vivimos en cuerpos que, vistos de frente, parecen partidos por la mitad por un espejo invisible. Dos ojos, dos orejas, dos fosas nasales… La simetría bilateral ordena nuestros sentidos y nuestra movilidad. En un mundo sin esa simetría, la distribución sería caótica: un ojo mirando al frente, el otro ausente; una mano diestra, la otra solo un sueño. Nuestra percepción del espacio perdería el equilibrio y sería mucho más difícil mantenernos erguidos, orientarnos o incluso correr sin caernos a cada paso. Respirar a medias, oír solo de un lado, piénsalo: una sola fosa nasal serviría para respirar. ¿Recuerdas lo incómodo que es estar resfriado y tener un lado tapado? Ahora imagina vivir así permanentemente. 

En cuanto al oído: captarían sonidos solo de un lado, sin poder identificar de dónde provienen los ruidos o advertir peligros cercanos. Sería como vivir siempre con un casco aislando la mitad del mundo, la belleza fuera de foco. Vivimos en una sociedad obsesionada con los rostros simétricos porque el cerebro asocia simetría con salud y atractivo. Sin ese equilibrio, el canon de belleza iría por otro camino: lo peculiar y asimétrico marcaría tendencias, pero nuestro propio cerebro buscaría, instintivamente, ese orden perdido. 

Piensa en una sonrisa con un solo colmillo o en un ceño fruncido descompensado: cada emoción se vería distorsionada. La evolución sería otra historia, la simetría bilateral no es solo capricho visual: sirvió para que animales, incluidos los humanos, evolucionaran, centralizando sentidos en la cabeza y organizando órganos para moverse hacia adelante, correr, saltar o cazar. 

Sin ella, desplazarnos sería torpe, lento e inseguro; además, sería más fácil que depredadores nos atraparan. Las formas de vida dominantes serían otras, probablemente mucho más simples y menos eficientes. ¿Qué nos quedaría? Sin simetría bilateral, cada uno de nosotros sería un mosaico único, pero el precio sería alto: menos sentidos, menos velocidad, salud más frágil y mucha más confusión en nuestro día a día. 

La próxima vez que te mires al espejo y veas dos ojos asomados desde el centro, piensa que ese simple reflejo es un triunfo de millones de años de evolución. Nuestro “par” de todo es mucho más que una cuestión estética: es la base del orden, de la percepción y, en parte, de lo que significa estar vivo.

FOTO: (Tomada de TikTok.com)


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