Sin contención ni previo aviso, desde finales del año pasado han comenzado a proliferar en redes sociales y otros ámbitos digitales miles de fotos y avatares que, transformadas con herramientas digitales, evocan de un modo evidente la estética de los animados japoneses.
Desde cualquier geografía del planeta se generan estas imágenes cuya recreación no es algo nuevo, como tampoco lo son los Manga, pero sí la cantidad y velocidad con que se ha ido incrementando esa práctica hasta que en este 2025 ha tenido lugar toda una explosión: la estética o estilo Ghibli.
Basta con solo mirar un poco para tropezarse, o recibir, esas imágenes al estilo Ghibli, donde se fusionan elementos tradicionales de la pintura con las singularidades del dibujo animado. Las distinguen una paleta de tonos cálidos y naturales: colores terrosos, ocres, verdes…y contrastes suaves, evocando la calidez de la luz natural y algo de ensueño o nostalgia.
Trazos Delicados y Líneas Suaves, contrastes suaves y texturas que parecen pintadas a mano con técnicas como la acuarela o el gouache, otorgan a esas entregas un aroma a manufactura o artesanía que contrasta con el empleo de la tecnología para lograrlo. Todo muy semejante a las producciones del estudio de animados japoneses Ghilbi.
Arigato
Arigato significa gracias en japonés, y agradecidos, o al menos satisfechos, se muestran los millones de usuarios que hoy mismo aplican filtros para transformar sus fotos y otras imágenes a ese estilo. apoyándose en herramientas de inteligencia artificial que les ayudan en el empeño de “ghiblificar”, vocablo que aunque inventado, también anda desparramándose en las redes.
Cuando el legendario director y productor de anime japonés Hayao Miyazaki cofundó en 1985 el estudio de animación Ghibli, seguro estaba lejos de imaginar repercusiones como estas de sus creaciones.
Pero lo cierto es que la práctica de transformar fotos con el estilo Ghibli se ha extendido a nivel mundial al punto de que hoy se estima que decenas de millones de personas han experimentado con esta herramienta en redes sociales, creando desde avatares hasta reinterpretaciones artísticas de monumentos y escenas cotidianas.
Tanta ha sido su difusión que a finales del mes pasado fueron tantos los usuarios de la herramienta de generación de imágenes de ChatGPT para “ghiblificar”, que sus servidores se vieron al extremo y quedó limitado temporalmente el uso de esa función.
Sin duda, la amplia difusión de aplicaciones y herramientas que ofrecen el “look” Ghibli, posibilita una participación global que trasciende fronteras culturales.
A pesar de su popularidad, es probable que no muchos conozcan el significado del vocablo "Ghibli" y por qué fue elegido.
Su origen se asocia a la idea de un viento transformador y proviene del término árabe "ghiblī", que significa “viento cálido del desierto” o “viento que sopla en el desierto”. Tal término fue adoptado en italiano y se usaba para referirse a vientos áridos y fuertes, como los que se experimentan en el desierto del Sahara o en otras regiones áridas del norte de África.
El Studio Ghibli eligió tal nombre porque evocaba la idea de algo que renueva, transforma y trae consigo una energía dinámica, similar al impacto de un viento del desierto que cambia el paisaje. Además, Miyazaki, aficionado a la aviación, apreciaba la asociación del nombre con el de antiguos aviones italianos.
¿Arigato?
Pero más allá de los tonos pastel y de lo discutible de la condición de arte que pudiera concedérseles a estas creaciones, el estilo o estética Ghibli tiene una cara fea, muy fea: la huella ecológica que va dejando.
Detrás de cada “clic” que busca esa estética singular se esconde una realidad menos visible y menos bonita: el significativo costo ambiental. Los procesos de generación de imágenes mediante inteligencia artificial requieren la activación de complejos sistemas informáticos alojados en centros de datos y estos, encargados de procesar millones de imágenes diarias, demandan grandes cantidades de energía y agua para evitar el sobrecalentamiento de sus servidores.
Se ha documentado que cada imagen generada puede consumir entre 2 y 5 litros de agua en el proceso de enfriamiento , algo que, en una única semana de alta actividad, se traduce en cientos de millones de litros de agua gastados globalmente.
A este consumo de agua se suma la huella de carbono derivada del alto consumo energético de los centros de datos. Cada consulta con herramientas de IA puede consumir hasta tres veces más energía que una búsqueda en Google.
Es así que el uso intensivo de estas tecnologías no solo impacta en el gasto de agua, también en las emisiones de CO₂.
La infraestructura necesaria para soportar la IA generativa podría de esta manera contribuir de forma significativa a las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo cual eleva el costo ambiental del uso desenfrenado de estos filtros y aplicaciones.
A la vez, estas operaciones vinculadas al tema energía implican emisiones de CO₂, lo cual sitúa a la generación de imágenes -especialmente aquellas con estilos tan demandados como el Ghibli- en el centro de un debate sobre sostenibilidad digital.
“Generar una imagen con el filtro de Studio Ghibli consume lo mismo que un hogar europeo en todo un día”, señala el doctor Joaquín Rodríguez Álvarez, profesor del Máster en Inteligencia Artificial y Derecho Digital de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es así que emerge una compleja tensión entre la demanda de una tecnología inmediata y accesible en función de la creatividad y la responsabilidad de proteger los recursos naturales, la vida en el planeta.
En contraste con tanta imagen de dudosa ética y estética, resaltan las auténticas películas de animación de Estudios Ghilbi, aplaudidas desde siempre y por siempre, entre ellas: como 'Mi vecino Totoro' (1988), 'La princesa Mononoke' (1997), 'El castillo ambulante' (2004) y 'El viaje de Chihiro' (2004), merecedor del Oscar a la mejor película de animación al igual que su más reciente película, 'El chico y la garza', ganador de ese Oscar en 2023.
A todo lo anterior se añaden las preocupaciones éticas sobre las herramientas de inteligencia artificial entrenadas en obras creativas protegidas por derechos de autor y lo que eso significa para su autores. Sin embargo, ello no parece preocupar mucho a OpenAi, fabricante de ChatGPT, que no solo ha incentivado esta “moda” de la "ghiblificación" sino que, incluso, su consejero delegado, San Altman, decidió cambiar su perfil en la red social X por una foto al estilo Ghibli.
FOTO: Tomado de CubaSí